Un maestro en Ecuador descubrió que los adolescentes ya dudan de lo que ven en línea y les enseñó cómo convertir eso en poder.
Gabriel Narváez hablando con un grupo de estudiantes de secundaria (Cortesía: Victoria Lara) Como profesor de historia de secundaria y verificador de datos, Gabriel Narváez quería unir sus dos mundos profesionales. Su objetivo era fortalecer el discurso público enseñando a sus alumnos a cuestionar lo que leen y comparten en línea.
Narváez ve esperanza en la próxima generación de ecuatorianos. Él también ve un desafío. Ni siquiera la mejor educación puede competir con la avalancha de información no verificada que da forma a la vida digital de los jóvenes. Le preocupaba que a sus alumnos no les importara si lo que veían en las redes sociales era cierto. Pero encontró algo inesperado: sus alumnos ya se mostraban escépticos.
Cuando Narváez se enteró del programa Desarmar la Desinformación, una colaboración entre MediaWise del Instituto Poynter y el Centro Internacional para Periodistas, vio una manera de convertir ese escepticismo en habilidad.

Un aula de estudiantes preparándose para el taller de alfabetización mediática impartido por Gabriel Narváez. (Cortesía: Victoria Lara)
los talleres
Como profesor de secundaria, Narváez tenía una audiencia incorporada: sus alumnos. Quiere equiparlos para su presente y su futuro. Narváez trabajó con los administradores de su escuela para diseñar un taller que finalmente llegó a 134 estudiantes de último año de secundaria. Integró algunas lecciones en sus clases regulares para construir una base que pudiera aprovechar en sus talleres.
Comenzó rastreando la desinformación a lo largo de la historia de la humanidad. Luego trajo la lección al presente explicando la diferencia entre desinformación (falsedades no intencionales), desinformación (falsedades intencionales) y desinformación (el uso deliberado de verdades privadas para causar daño).
Con este conocimiento fundamental, Narváez presentó herramientas prácticas de verificación (Google Lens FotoForensics TinEye) y guió a los estudiantes a través de ejercicios prácticos. Las herramientas les fascinaron. Algunos bromeaban acerca de usarlos para saber si las fotos de sus compañeros habían sido editadas. El humor subrayó una comprensión más profunda: estas herramientas podrían ser útiles si alguien es víctima de manipulación de imágenes.
Impacto
Narváez asumió incorrectamente que los adolescentes no saben cómo buscar información verificada en línea. Se dio cuenta de que muchos tienen una variedad de herramientas y habilidades hasta el punto de poder discernir si la información es verdadera o falsa. Sus talleres amplificaron su comprensión. Pero también descubrió que el uso de esas habilidades depende de su interés. Es más probable que apliquen sus habilidades evaluativas a un rumor que involucre a un jugador de fútbol o a una celebridad, pero generalmente muestran poco interés cuando se relaciona con un político.
Durante sus exámenes finales se preguntó a los estudiantes cuáles consideraban las lecciones más valiosas aprendidas durante la escuela secundaria. ¿Su respuesta? Una abrumadora mayoría dijeron que los talleres de alfabetización mediática de Narváez los equiparon con conceptos y conocimientos para navegar no solo en sus redes sociales sino también en su mundo.

Gabriel Narváez presenta ante un salón de clases. (Cortesía: Victoria Lara)
Reflexión
Los adolescentes de hoy son nativos digitales. Nacieron en un mundo de conectividad digital y gratificación instantánea, y la inteligencia artificial es un componente creciente de ese mundo. Perciben el mundo de manera diferente a aquellos que crecieron en una época en la que los teléfonos móviles, las redes sociales y la capacidad de generar deepfakes fácilmente no existían.
Narváez descubrió que muchos de sus alumnos abordan los contenidos online desde un punto de vista de duda permanente. En clase pudieron aplicar sus conocimientos para identificar pequeños detalles falsos en titulares e imágenes.
Debemos comenzar con una cultura que fomente la duda metódica proactiva, dijo Narváez. Debemos entender que la información que consumimos está influenciada por una serie de puntos de vista y detalles que no son visibles en el contenido que recibimos como tal. Por tanto nuestra obligación es investigar, buscar y sumergirnos en una pluralidad de voces que nos acerque a un criterio rico en datos verificables.
¿Qué sigue?
Los colegas de otras escuelas vieron el éxito de Narváez y el impacto que sus talleres tuvieron en los estudiantes. Esperaban implementarlo en sus propias instituciones. Sin embargo, debido a obstáculos burocráticos y logísticos, varios no pudieron hacerlo. Otros lo fueron.
El objetivo de Narváez es hacer de los talleres de alfabetización mediática una parte estándar del plan de estudios ecuatoriano. Continúa trabajando para lograr ese esfuerzo.
A través de la alfabetización mediática quiere capacitar a los adolescentes para que piensen de manera crítica y amplia sobre su mundo y la lucha contra la desinformación.





































